viernes, 30 de noviembre de 2012

Historia y Arqueología del Antiguo Perú II-2



Historia y Arqueología del Antiguo Perú II



PRIMERA PARTE

I

INTRODUCCIÓN

LOS ESPAÑOLES EN EL PACÍFICO

El derrumbamiento político del Tawantinsuyo, no fue solamente el epílogo trágico de la agresión española, sino principalmente el resultado de un largo y azaroso proceso anterior, que se inició con la expansión violenta, que emprendió contra los viejos estados del mundo andino; cuyo esfuerzo integrador generó tensiones antagónicas, muy complejas, entre los pueblos dominados y el nuevo poder imperial.


Estos conflictos antagónicos y las pugnas internas, crearon así las condiciones favorables que directa o indirectamente determinaron el éxito de la invasión extranjera. Así como Manco Capac, es considerado el creador del estado regional en el valle del Cuzco, su descendiente Pachacuti Inca Yupanqui, históricamente es el creador del Estado Imperial Inca; quizás a mediados del siglo XV, inmediatamente después de la derrota de los agresores Chancas, quienes fueron vencidos por la unión o alianza de los cuzqueños con los demás pueblos comarcanos, temerosos de ser avasallados en la hoya del río Pampas, antiguo habitat del llamado “viejo Imperio Wari”.


Posteriormente su hijo Tupa Inca, uno de los mayores y más jóvenes conquistadores de la historia universal, continuando la obra de su padre, en procura de la integración política del mundo andino, extendió los límites del nuevo Imperio, por el norte hasta las regiones ecuatoriales y por el sur hasta los confines australes de Chile, de la costa a las profundidades de la selva amazónica y por la parte sur oriental hasta bordear la anchurosa pampa argentina.

Precisamente como secuela de esta rápida expansión militar, empezaron a germinar los futuros elementos de su propia destrucción, con el descontento de los pueblos dominados de las más diversas etnias, con lenguas, creencias y tradiciones culturales distintas que entorpecieron la tarea integradora de los incas y le dieron la apariencia de aquella estatua babilónica con cabeza de oro y pies de barro.

En efecto, el ordenamiento político, económico  y social, incluso religioso impuesto por el poder Inca, conmovió los cimientos de las antiguas estructuras andinas, al desarticular la influencia de los señoríos regionales y locales, con una nueva organización política administrativa y otros medios de dominación para acrecentar la hegemonía del Tawantinsuyo.

Igualmente el fausto cortesano del imperio como ocurrió en otros imperios conocidos del mundo, provocó la rivalidad interna entre los nacas o linajes incas que aspiraban a usufructuar el ejercicio del poder, que de hecho rebasaron los cálculos políticos del monarca reinante y las sucesiones se tornaron así más tensas y dramáticas, como se constatará, después.

El gobierno de Huayna Capac se inició así dentro de este marco de luchas sucesorias, primero venciendo las aspiraciones de su hermano Qhapaq Wari y luego la conspiración del Apu Wallpalla, que aprovechando de su poder y la minoría de edad de Wayna Qapaq intentó encumbrar en el Imperio de su propio hijo. Este famoso inca, pese a su sagaz gobierno, no pudo evitar la gran rebelión de los pueblos conquistados de la comarca de Quito. Y tuvo que apelar a las medidas radicales para imponer la autoridad del Tawantinsuyo. Mientras tanto España, el mayor y poderoso imperio de Europa, había emprendido la conquista de los estados y pueblos del llamado “Nuevo Mundo” y una parte de sus temerarias huestes establecida en Panamá exploraban sus comarcas y otras expediciones europeas recorrían a la vez la costa atlántica de la América.

En las postrimerías del reinado de Wayna Qhapaq, el portugués Alejo García habría sido el primer europeo que cruzó los límites del imperio probablemente entre los años de 1 522 a 1523, formando parte de una incursión Guaraní al territorio de los Charcas, que según las versiones toledanas, ocurrieron cuando el inca se hallaba pacificando la rebelión de las comarcas quiteñas.

Muerto Wayna Qhapaq, entre los años de 1 525 a 1 527, el sucesor indiscutible del imperio fue Wascar Inka, no hubo pues la presunta división del imperio, como erradamente sostuvieron las crónicas de Zárate y Gomara, que tomaron sus datos de informantes atawallpistas. El nuevo inca sufrió también desde los comienzos de su gobierno los efectoa de las luchas internas a nivel de los propios linajes incas. Primero tuvo que afrontar la conspiración de alguno de sus hermanos dirigidos por Cusi Atauchi y después el de los llamados “albaceas” de Wayna Qhapaq a quienes sancionó inflexiblemente por haber permitido que el Awqui Atahualpa se quedara en Quito. Si bien estos hechos determinaron el resentimiento de Waskar Inca con los anancuzco, parcialidad a la que pertenecía. Sin embargo superadas estas dificultades, el inca consolidó su autoridad y continuó con la tarea unificadora del Tahuantinsuyo.

ESTABLECIMIENTO DE LOS ESPAÑOLES EN TIERRA FIRME

Dos etapas iniciales pueden distinguirse en la ocupación española de Amèrica:

1)    Ocupación de las islas del Caribe 1492-1508.
2)    Primeras ocupaciones de Tierra Firme (América del Sur y Central) 1509 en adelante.

Estas dos etapas se cierran en 1513 con el descubrimiento del Océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa. Antes de esta fecha tanto la ocupación de las islas, como la ocupación de Tierra Firme habían tenido por único escenario al Atlántico. A partir de 1513 en cambio se inician las exploraciones en las costas del Pacífico. Mientras prosiguen las exploraciones, las expediciones españolas en la zona atlántica de Centro América.

Antes de 1508 los españoles conocían ya la existencia del continente por diferentes viajes que había realizado Cristóbal Colón en su tercero y cuarto viajes. Pero no habían intentado su ocupación; hasta que la corona autorizó a los capitanes Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa para emprender la conquista de las costas situadas en lo que hoy día son Costa Rica-Panamá-Colombia-Venezuela.

Entre ambos conquistadores el Rey español fijó una línea que atravesaba EL Golfo de Urabá en el Darién (actual Panamá). Hacia el occidente de esa línea, en dirección al norte, se encontraba la gobernación de Castilla de Ooro que incluía Costa Rica y Panamá. Al oriente estaba la gobernación de Nueva Andalucía en las costas de Colombia y Venezuela, a cargo de Alonso de Ojeda.

Ojeda y Nicuesa fracasaron como conquistadores, pero sus proyectos son importantes como antecedentes de la posterior conquista del Perú, por lo siguiente: 1) A partir de entonces los españoles iniciaron su penetración hacia Sudamérica. 2) En estas conquistas frustadas participaron a las órdenes de Ojeda, dos personajes que más tarde resultaron decisivos para el Perú: Vasco Núñez de Balboa y Francisco Pizarro.

Un resultado de estas expediciones fue la fundación de la ciudad de la antigua en Panamá, por acción de Vasco Núñez de Balboa. Esa acción significaba el desconocimiento por parte de Balboa de la autoridad tanto de Ojeda como de Nicuesa debido a que:

a)    La antigua reemplazaba a una ciudad diferente fundada por Ojeda, y
b)   Se encontraba dentro de la jurisdicción de Nicuesa y no de Ojeda.

Esta desobediencia a la autoridad fue típica de los conquistadores. Lo mismo hizo Cortés con los funcionarios de Cuba y Pizarro con los de Panamá. La conquista no sólo era posible sin respetar demasiado ni a las normas, ni a las formas.

PRIMERAS NOTICIAS DEL PERÚ: DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR

El Perú fue para los europeos  primero un lugar desconocido, luego una región al sur de Panamá, finalmente el Imperio de los Incas. Todo empezó cuando los españoles concluyeron para arribar con sus carabelas a la India, necesitaban descubrir un “estrecho o brazo de mar” que les permitiera pasar del Mar del Norte, hoy Atlántico, al presumible Mar del Sur, hoy Pacífico.

El descubrimiento del Mar del Sur, ya que no el soñado estrecho se debió a Vasco Núñez de Balboa, quien por ello también recibió las primeras noticias del Perú, pero evidencias más palpables de la nueva tierra se ofrecieron a tres capitanes españoles como Gaspar de Morales, Francisco Becerra y Pascual de Andagoya.

Semblanza de Vasco Núñez de Balboa (1475-1517)

Conquistador español.Gobernador de Darién, se distinguió por su crueldad. Descubrió el Océano Pacífico. Murió ejecutado (Diccionario Lexus).

Nació en Jerez de los Caballeros, Extremadura, era hidalgo de cuna. Luego de servir de paje a Pedro Portocarrero el Sordo, señor de Moguer, pasó a Indias en 1500 con la armadilla de Rodrigo Bastidas, pero fracasada esta empresa terminó radicado en la Española, donde fue granjero en Salvatierra de la Sabana. Tan mal le fue en su improvisada ocupación que, por no poder pagar sus muchas deudas se vio obligado a fugar de la isla, haciéndolo secretamente en el interior de un tonel con su perro leoncillo, barril que vio abrirse en plena navegación en la cubierta de la nave del bachiller Martín Fernández de Inciso, quien iba a socorrer a su socio Alonso de Ojeda. No llegaron a encontrar a Ojeda y la expedición terminó en el Darién, fundando allí los españoles Santa María de la Antigua, es así como Balboa concluyó convertido en Alcalde de la nueva población. Ascendido así a único caudillo de los colonos, los animó entonces a salir para explorar la tierra e indagar por oro. Al frente de los que quisieron seguirlo penetró al país del cacique CARETA haciéndose su aliado y obteniendo a su hija Anayansi por manceba. Esta fue quien le habló entonces de un mar azul y de un reino dorado que llamaban el DABAIBE, pero Balboa tomó ambas cosas por fábula y volviendo a ponerse en marcha prosiguió al país del cacique COMAGRE. Aquí halló un botín más, estando sus soldados disputándose unas pocas piezas de oro, se escuchó la risa burlona de Pinaquiaco, el hijo del cacique quien les dijo: “¿qué es esto cristianos, por tan poca cosa reñís, si tanta gana teneis de oro… yo os mostraré provincia donde podáis cumplir vuestro deseo, pero es menester para esto que seáis más en número de lo que sois, porque habéos de tener pendencia con grandes reyes que con mucho esfuerzo y rigor defienden sus tierras? Y al decir esto señaló hacia el sur añadiendo que allí había un mar donde navegan otras gentes con navíos y barcos con vela y remos”.

Balboa continuó su jornada con más empeño que nunca. Por fin el 25 de septiembre de 1513, el océano apareció. Vasco Núñez de Balboa mirándolo desde lo alto del monte se hincó de rodillas y agradeció al cielo su hallazgo. A los cuatro días de camino recién se pudieron mojar los pies. Balboa con la espada desenvainada y el pendón en la otra mano, se adelantó con el mar hasta los muslos y deteniéndose en ademán solemne vivó a los reyes de Castilla León y Aragón monarcas de España, una para concluir que tomaba posesión definitiva del Mar del Sur, que en realidad era el océano más grande del Mundo. Era el 29 de septiembre de 1513, festividad de San Miguel de Arcángel.

APROXIMACIÓN AL VIRÚ

Desconcierta a estas alturas la expedición de Gaspar de Morales al archipiélago de Terarequi o islas de las Perlas, por cuanto según el cronista Las Casas llegó posteriormente este caudillo a una tierra llamada Virú, nombre que originó el de PIRÚ o Perú.

Gaspar de Morales por orden de Pedrarias, su primo salió con sesenta soldados de la Antigua y se dirigió a Mar del Sur con ánimo de ganar botín de perlas en las islas de Terarequi. En el camino topó al capitán Francisco Becerra, por lo que le pidió un soldado para guía y conducido por él llegó al señorío del cacique Tutibra, quien puso a su disposición las cuatro canoas de su pueblo. Por no haber más embarcaciones dejó allí Morales a la mitad de su gente con el capitán Peñalosa y él, con la otra mitad pasó al señorío de Tunaca, zarpando luego a Rerarequi.

De noche cayó sobre una de las islas y hallando a los hombres separados de las mujeres debido a los ritos de iniciación, apresó a las hembras para utilizarlas de rehenes, más algunas escaparon y avisaron a sus maridos, lograron que estos vinieran contra los castellanos y les dieron una dura lucha, los españoles frenaron el ataque, luego les lanzó el único perro de guerra que tenían.

Pasó luego Morales a la isla donde habitaba el cacique principal, Morales obsequió con baratijas al cacique y éste se puso tan contento que subiéndolo a un mangrullo o mirador le mostró todas las islas y le ofreció todas sus perlas porque oro no tenía, a cambio de su amistad.

Mientras tanto los abusos de Peñalosa y su gente habían sublevado a los indígenas por lo cual al tocar tierra Morales y enviarle un mensaje con once españoles, estos fueron muertos por el cacique de Chochama, naturalmente a traición pues de noche les quemó la choza donde dormían y conforme salían los apresó y ahorcó. Entonces Chiruca donde se alojaba Gaspar Morales, por miedo, o alianza fugó una noche con su hijo, pero apresado y atormentado con el perro, lo obligaron a convocar  una junta secreta de caciques contra los españoles, y conforme fueron llegando los encadenaban y aperreaban, matando así a diecinueve, incluyendo a Chiruca.

En este trance fue que entendió Gaspar de Morales que a la parte oriental del golfo de San Miguel, había un cacique, gran señor llamado Virú que tenía gran riqueza de oro y perlas. Decidido a saquearle sus riquezas, cayó pues de noche Gaspar de Morales, sobre el pueblo de Virú, e incendió sus chozas, más escapó el cacique quien regresó con sus guerreros y ofreció otro fuerte ataque, aunque huyendo finalmente, porque las ballestas y el  perro volvieron a actuar concertadamente.

Morales volvió al pueblo de Chiruca, pero los vasallos de los diecinueve aperreados les salieron al encuentro y los atacaron sin cuartel, causándole muchos heridos y terminando todos víctimas del miedo y la fatiga. Un soldado apellidado Velásquez imposibilitado de seguir por sus heridas, determinó ahorcándose delante de todos, para no caer en poder de los indios. Fue uno de los casos raros de suicidio que se dieron en la conquista de América.

Nueve días anduvieron los españoles perdidos en medio de la vegetación tropical espesísima, caminando con el agua a la cintura y sufriendo hambre, pero se acabaron las ciénagas y se salió al Mar del Sur. En un pueblo abandonado capturaron las canoas y en ellas cruzaron la parte del Golfo de San Miguel, entrando finalmente a Santa María de la Antigua, poco menos que deshechos. Entonces fue que los recibió Pedrarias y compró a su primo la famosa perla en 1 200 castellanos, la misma que luego envió con su mujer a la Emperatriz, quien le mandó dar 4 000 ducados por ella.

Correspondió a Pascual de Andagoya obtener no sólo la última noticia sobre el gran territorio austral sino, incluso brindarle su definitivo nombre. Andagoya había nacido en 1 494 en el valle de Cartango, Alava, como hijo del hidalgo Juan Ibáñez de Arca o Arga. Pasó a Tierra con Pedrarias en 1 514, gobernador que le dio un repartimiento de indios y lo casó con una doncella del séquito de su mujer, de tal modo que regresó a Panamá y allí fue regidor en 1 522, al año siguiente fue nombrado por su protector Pedrarias, Visitador General de los indios de Castilla de Oro.

Como tal estuvo entonces visitando todos los cacicazgos del Golfo de San Miguel, entre ellos el de Chochama. Allí se percató que los nativos no se atrevían salir al mar, por temor a ciertos guerreros indios que, procedentes del sur, venían en los plenilunios, con sus flotillas de canoas a saquear el cacicazgo de Chochama. Preguntando que quienes eran los depredadores le respondieron que los vasallos del reyezuelo del Virú. Andagoya partió, con sus soldados en la compañía de los indios chochameños, abriéndose paso por espacio de seis o siete días, siempre por la orilla del mar, llegando así a la boca de un regular río, encontrando al cabo de la distancia una fortaleza defendida por los guerreros del señor de Virú. La lucha fue tenaz, pero a la postre Andagoya obtuvo la victoria, rindiéndosele seis reyezuelos tributarios del señor de Virú, así como también este último, quien, a la postre terminó gran amigo del caudillo vasco. Por él precisamente, se enteró que el gran reino austral no era una leyenda sino una evidente realidad, noticia que lo animó a proseguir la costa abajo.

Con el rey del Virú, su nuevo aliado, partió Andagoya en demanda del país desconocido, avanzando hasta llegar al río hoy nombrado de San Juan, en una de estas incursiones se le volcó la canoa y estuvo en riesgo de ahogarse, tanto por el peso de sus armas como por no saber nadar, lo sostuvo en sus brazos su aliado y amigo el señor de Virú. Los soldados recogieron a su maltrecho caudillo y dentro del término de la distancia lo llevaron a Panamá. Andagoya ingresó a esta población con la salud muy deteriorada, el enfrentamiento lo había tullido y no había señales de recuperación.

Al verlo en este estado, otro capitán de Pedrarias llamado Juan de Basurto quiso continuar el descubrimiento por su cuenta, llegando para ello a gestionar la compra de caballos en la Española, pero la muerte repentina lo sorprendió en el Puerto del Nombre de Dios, y todo quedó como estaba. Andagoya, mientras tanto, había entregado al gobernador Pedrarias una curiosa relación de su viaje y también al rey del Virú, para que prestase vasallaje al monarca de las Españas. La verdad es que desde 1 523 ya Andagoya había llamado Perú a la nueva tierra.

Antes de seguir adelante conviene reparar un hecho que conlleva novedad. Que por esos tiempos hubo unos aventureros lusitanos que llegaron al Tahuantinsuyo comandando una expedición.

De Guaraníes y Guarayos

El principal de ellos dice haberse llamado Alejo García. Era portugués y natural de Alentejo, dedicándose presuntamente a la vida marinera, se embarcó en la expedición que mandaba Juan Díaz de Solís en 1516, la misma que terminó descubriendo el Río de la Plata. Lo cierto es que Alejo García, siguió en esas partes del Atlántico y en 1 524 estaba náufrago con diez compañeros en la isla de Santa Catalina o en la costa del Brasil. Era hombre que tenía facilidad para las lenguas y habiendo aprendido algo de los aborígenes, entendió en sus conversaciones con los indios, que hacia el lado del poniente, tierra adentro, existía un rey blanco (del inca del Cuzco), el país de los Caracaraes (el Tawantinsuyo) y una sierra de la Plata. García se entusiasmó con la noticia y decidiéndose a partir en demanda de lo oído, lo hizo con cuatro compañeros.

Internándose en el Continente llegó al Paraguay, concertándose allí con los guaraníes o chiriguanas, a marchar a la parte del poniente a descubrir o reconocer aquellas tierras, de donde traerían muchas ropas de estima y cosas de metal, con esta mira cruzó el Paraná. Y al cabo de muchas jornadas llegaron a reconocer las cordilleras y serranías del Perú, y acercándose a ellas entraron por la frontera de aquel reino. Viajaron Alejo García, sus compañeros, más 2 000 indios chiriguanas y guarayos. Apareció frente a ellos la fortaleza incaica de Cuzcotuyo; la apreciaron desprevenida, la asaltaron por sorpresa y terminaron haciéndose dueños de ella, luego de aniquilar a la guarnición.

El cronista Sarmiento de Gamboa nos dice que “mientras Guayna Capac estaba ocupado en esta guerra de los cayambis, los chiriguanas que es una nación de montaña, desnudos y que comen carne humana, y de ella tiene pública carnicería, saliendo de la aspereza de los montes, entraron en la tierra de los charcas, que estaba conquistada por los incas del Pirú. Y dieron en la fortaleza de Cuzcotuyo, adonde el inca tenía grande guarnición de fronteras contra los chiriguanas. Y como salieron de repente, entraron en la fortaleza y matarónlos a todos y hicieron a los de la tierra gran estrago, robos y muertes”. El inca reaccionó desde Quito enviando a su general Yasca, el cual partió para el Cuzco, de aquí partió para los charcas, con la cual llegó a los chiriguanas y les hizo cruel guerra y prendió algunos de ellos, que los envió por muestra a Guayna Capac a Quito, para que viera la extrañeza de aquella gente.

A estas alturas sorprende que no se diga nada de los portugueses, parece que ya estos habían emprendido el viaje de retorno al Paraguay. Efectivamente los lusitanos volvieron cargados de despojos de ropa, vestidos y muchos vasos, vajillas y coronas de plata, de cobre y otros metales. Desde Paraguay escribió Alejo García a sus amigos náufragos de Santa Catalina, enviándoles con el papel algo del botín, asimismo escribió una carta a Martín Alfonso de Sousa, Gobernador de San Vicente de Brasil, hoy Santos. Noticiándolo de la tierra rica que existía al poniente de su gobernación.

Sarmiento de Gamboa nos indica que habiéndose detenido Alejo García en la orilla izquierda del río Paraguay, en el lugar donde luego se fundó la Villa de San Pedro, sus aliados indios lo asesinaron junto con sus compatriotas, finando allí los cinco europeos sin dejar huella de su botín.

Dos náufragos de Santa Catalina que recibieron la carta y la plata se encargaron de perennizar la aventura de Alejo García y sus cuatro compañeros. Lo sorprendente de todo es que el posible viaje de Alejo García se sitúa entre los años de 1524 y 1526, de ser cierto esto, Alejo García sería el primer europeo conocido que pisara el Tahuantinsuyo, sin sospechar que había llegado al único Imperio existente al sur de la línea equinoccial.

¿Quién fue Don Pedro de Valdivia?

El Fundador de la Nueva Extremadura

Aunque no se relacione mucho con el contexto general, quiero tratar sobre Don Pedro de Valdivia, que a mi ver es un personaje importante de la conquista, sobre todo del país vecino del sur. Además continuó con el descubrimiento de Chile, dejado de lado por el otro conquistador Don Diego de Almagro, que le fue mal en su aventura, tal vez porque tomaron una ruta muy difícil y de mucho frío. Por escapar del desierto sufrieron penalidades al atravesar la cordillera, pensando, tal vez hacerlo en el menor tiempo.

Las escenas, diálogos, resúmenes y descripciones de esta novela, como la llama el chileno Juan Jorge Faundes Merino, nacido en Temuco en 1 946, son recreaciones a partir de los relatos del propio Valdivia, cronistas e historiadores y los inevitables vacíos, llenados con imaginación. Se ha tratado de revivir la Historia, sacarla del museo; por eso, esta corta narración es presentada como “novela biográfica”:

Los ojos lapislázuli del hombre relumbran cuando a grandes y ruidosos trancos metálicos se introduce al gigantesco toldo de pieles de llama levantado al pie del cerro. Son centenares las tiendas de cueros o trozos de velas de barco que se han agrupado en torno a la suya. Su cabello, amarillo como el oro que busca, está alborotado por la brisa de la tarde. Las barbas plomizas dan un aspecto quijotesco a su rostro de piel agrietada y color terracota. Afuera del toldo relincha un caballo y resuena el galopar de unos lanceros entre aleteos espantados de gallinas y chillidos de cerdos.

-¡Inés! –Grita con voz como bramido de toro-. ¡Inés!

De ancho pecho y espaldudo, buena estatura y fornido, viste una ceñida cota de mallas y reluciente armadura. Termina diciembre de 1 540 y acaba de llegar de una cacería de indios por las vecindades del campamento, instalado el día anterior al pie de un peñón entre los dos brazos del río que los naturales llaman Mapocho.

El interior del pabellón es muy amplio, con subdivisiones para recibir, comer y dormir. Lo adornan coloridos tapices, tapetes y alfombras tejidos por las indias de Lima, el Cuzco y el Titicaca. Hábiles manos dibujaron y pintaron en ellos con tierra de color misteriosos signos geométricos, así como soles, jaguares, monos y aves antropomórficos. Todo el alhajamiento de la tienda fue traído a lomo de indio desde su casa del valle de La Canela, en Perú, donde gozaba de una encomienda, y de su mineral de Porco, su cerro de plata, propiedades que devolvió al Marqués Francisco Pizarro antes de emprender la aventura a Chile. Más de cuatrocientos indios de carga soportaron sobre sus hombros, entre Cuzco y el valle del Mapocho, estos y otros muchos bienes y herramientas y armas necesarios para la conquista. Varias decenas murieron de frío o agotamiento durante la travesía de los despoblados del norte. Otros huyeron en cuanto pudieron perderse entre las dunas del desierto.

Los conquistadores obtenían la comida en los rancheríos con que tropezaban por el camino. Los indios que no cooperaban con la entrega de sus ganados, mujeres, cosechas y reservas alimenticias, eran castigados con la muerte y el incendio de sus viviendas y sementeras.

Sobre la cota del guerrero, un chaleco de hierro refleja como un espejo el rostro moreno de la hermosa mujer de largos cabellos negros que acude a su llamado.

-¡Pedro! –dice-. ¡Al fin llegas! Y lo abraza. El hombre huele a sudor, tierra, caballo y humo.

-¡Qué frío y duro estás con estas cosas! El hombre sonríe y arroja casco, lanza y espada a un rincón del cuarto. Caen con estrépito sobre el suelo de tierra.

-Ya me las quito, mujer, ya me las quito. Pero todavía me queda guerra por delante.

-¿Guerra? –dice ella-. ¿Todavía más? –Y lo ayuda a sacarse aquel reluciente traje que le ha salvado la vida en mil batallas.

-Guerra, Inés. La paz todavía está lejana. Recién estamos comenzando a correr esta tierra.

La mujer se estremece. Ella sabe que correr la tierra significa, en la jerga de los conquistadores, recorrer en son de guerra el territorio enemigo, y enselarles todo el mal que se les puede causar si no cooperan con sus bienes y trabajo. Correr la tierra es perseguir, arrasar, matar sin discriminar sexo, edad, edad o jerarquía.

-Nos dividimos en cuatro cuadrillas y corrimos gran parte de este valle durante todo el día –cuenta a la mujer-. Y por la astucia que tuve en repartir la gente, pensaron que éramos muchos cristianos. Porque los indios huían de una cuadrilla y topaban con otra. Y escapándose de aquella, topaban con las demás. Luego tomamos nuchos prisioneros para el servicio y otros para devolverlos con mensajes a los caciques.

La mujer le alcanzó una botija de vino y el hombre tragó hasta vaciarla.

-Vamos a necesitar muchos indios para construir aquí una ciudad –dijo luego. Le cogió a la mujer la cara entre sus gruesos dedos, callosos de esoada, y la miró como en adoración.

-Mi deseo es descobrir* y poblar para Su Majestad todo este país –susurró-. Y Su Majestad me pagará con encomiendas de indios y mercedes de tierras mis servicios.

Ella también lo contemplaba. –Y dejar memoria y fama de mí  -continuaba él-. Pero debo ir con el pie de plomo poblándola y sustentándola.

-¿Y a dónde irás después de hacer esta ciudad?
-Al sur. A esa verde grosedad –por fertilidad- del sur.

-¿Y cuándo? –No sé, tal vez de aquí a febrero, con ayuda de Dios, e con sesenta hombres déstos e los mejores caballos e yeguas, dejando los demás para la conservación de la ciudad. Con ellos me meteré en la grosedad de la tierra, a fundar otra. Y después, a quince o veinte leguas desa, otra. Y otra. Y otra.
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*El autor pone en boca de Pedro de Valdivia algunas palabras en castellano del siglo XVI para darle más sabor y autenticidad.

Su mirada traspasa los muros y se fija en algún punto misterioso más allá del horizonte. –Algún día he de llegar fundando ciudades hasta el Estrecho de Magallanes.

-¿Y me llevarás?

De cabeza grande, conforme al cuerpo, el hombre niega con energía. –No, mujer. Necesito dejar aquí a la más valiente de las capitanas.

Doña Inés era una mujer joven viuda española que llegó a las Indias con treinta años de edad, se unió con don Pedro y formó casa con él.

 Primero vivieron en el Cuzco; después lo acompañó en la odisea de once meses que fue el viaje hasta el valle del Mapocho. Inés de Suárez le quita con ternura sus armaduras y lo baña con agua caliente en una tinaja labrada en un grueso tronco, forrada en cobre y con guarniciones de oro y plata.

Le limpia la piel de la costra de sudor, sangre y lodo que se le ha acumulado.

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Fuentes:

HUANCOLLO DE BELLIDO, Domitila. Arequipa-Perú. UNSA. 2 005.
FAUNDES MERINO, Juan Jorge. Pedro de Valdivia. Fundador del Nuevo Extremo. Santiago de Chile. Zig-Zag. 1 993.

VALDIVIA CONTRA ALMAGRO

La primera misión de Pedro de Valdivia como maestre de campo de Francisco Pizarro fue comandar a cuatrocientos cincuenta hombres que salieron de la Ciudad de los Reyes –Lima- para liberar a don Gonzalo y a don Hernando, los hermanos del marqués, que permanecían en el Cuzco sitiados por doscientos mil indios.

Sin embargo, en el camino fue informado de que don Diego de Almagro, Adelantado de los Territorios del Sur, según nombramiento real, quien regresaba de una fracasada  expedición a Chile, había dispersado a los indios sitiadores, ocupando el Cuzco y apresado a los hermanos del marqués

Don Diego mantenía un litigio de poderes y territorios con Francisco Pizarro y sus hermanos. Insistía en que el Cuzco quedaba bajo su jurisdicción. Lo que también reclamaban los Pizarro. La pugna dividió a los conquistadores en pizarristas y almagristas.

Pedro de Valdivia no era partidario de una solución violenta del conflicto y aconsejó a Francisco Pizarro un esfuerzo de diplomacia.

-Vaya al Cuzco y entrevístese con Almagro –le dijo en un consejo de oficiales-. Si conversan, se acordarán de la hermandad que los une, se adobaran las cosas e vendrá todo en paz y conformidad.

-¡No! ¡No iré! –respondió a gritos el marqués- ¡El violó el juramento hecho por ambos! ¡No merecen mis obras, ni la hermandad que con él he tenido, su actitud de ocupar el Cuzco, que dice caer en su gobernación, y apresar a mis hermanos! ¡E fuera bien que si la ciudad del Cuzco dice caer en los límites de su gobernación, que se viniese a ver conmigo, pues yo tengo la tierra a mi cargo por mandato de su Majestad!

-La guerra puede acarrear peligrosas consecuencias en las actuales circunstancias –insistió Valdivia-. Daría ocasión a los indios a sublevarse aprovechando nuestras disenciones. Y pondría en peligro la vida de sus hermanos. Una gestión directa suya, estoy seguro, lograría la libertad de don Gonzalo y de don Hernando, y solucionaría todas las diferencias.

Se impuso, sin embargo, en el consejo la opinión del bachiller García Arias, quien persuadió a Pizarro de preparar la guerra contra Diego de Almagro. Don Francisco hizo en parte caso a Valdivia y nombró una comisión para gestionar la libertad de sus hermanos.

Almagro recibió a los comisionados, pero no liberó a los Pizarro. Propuso en cambio designar delegados de cada parte para demarcar las gobernaciones y dejarlas claramente definidas.

Entretanto, Gonzalo, había escapado y sólo Hernando permaneció prisionero. Don Diego de Almagro, en una decisión ingenua inexplicable, aceptó que el mercedario fray Francisco de Bobadilla, hombre de Pizarro, fuera el único árbitro para solucionar el diferendo.

Como se podía esperar, el fraile emitió una sentencia que dejó la disputada ciudad del Cuzco bajo la jurisdicción del marqués Pizarro. Oportunamente, sin embargo, llegó desde España una cédula real que ordenó a los contendores quedarse donde los encontrase esta provisión, mientras el monarca no resolviera otra cosa. O sea el Cuzco debía seguir en poder de Almagro.

El Rey ordenó además un viaje de Hernando Pizarro a España para que le llevara su parte en el tesoro de Atahualpa, “con la más brevedad que se pueda, porque las necesidades de acá lo requieren”. Don Diego liberó entonces a Hernando, ya que era requerido por el Rey. En cuanto su hermano fue liberado, Francisco Pizarro citó a un urgente consejo de oficiales.

-¿Se han hecho las órdenes del Rey para ser obedecidas a la letra en los lejanos territorios de ultramar, en circunstancias que su Majestad desconoce? –dijo-. Un buen servidor de un monarca no es el que aplica rígidamente la ley, sinó el que sabe adaptar su sentido a las realidades inesperadas. ¡Su Majestad no puede prever la aparición de hechos que, conocidos por él, le harían actuar de una manera muy diferente! Pedro de Valdivia y los demás caballeros del consejo lo observaban sin poder disimular brillos de incredulidad e ironía en sus miradas.

-¡Más obediente y fiel vasallo es el que, en tales casos, actúa contraviniendo las órdenes del Rey y no cumpliéndolas! En cuanto al viaje de Hernando de Pizarro a España con la parte del tesoro de Atahualpa que el Rey reclama como suya, los argumentos de Francisco Pizarro eran igualmente un disfraz retórico para un acto de desobediencia que anticipaba una futura mayor y más grave rebelión.

-¿No es más conforme con el real servicio dilatar el viaje de mi hermano y confiar a don Hernando la pacificación de los bárbaros que se resisten a acatar el dominio de Su Majestad?

Dicho esto, puso a Pedro de Valdivia en pie de guerra y envió un mensajero a Diego de Almagro con la orden perentoria de abandonar los territorios ocupados. Al tenor de su reciente argumentación, hacía caso omiso de la cédula real que ordenaba no innovar por el momento.

Almagro respondió que respetaría la provisión real, que iba a retener los territorios ocupados hasta que el monarca dispusiera, y acampó con el grueso de sus hombres en Guaytara, una cumbre en lo alto de la sierra, al filo de hondos despeñaderos, atalaya que domina el camino al Cuzco, dispuesto a impedir el paso del insubordinado Pizarro.

Pizarro y sus huestes se lanzaron a la guerra. La batalla decisiva se produjo a dos leguas del Cuzco, en la llanura de Las Salinas. Un riachuelo separaba a ambas fuerzas. Hasta que chocaron hierro contra hierro al amanecer.

¡Viva el Rey!, gritaron los Pizarristas. “¡Santiago, a ellos”, los almagristas.

Pedro de Valdivia ordenó cargar los arcabuces con pelotas de alambre, una munición recién inventada en Europa. Consistía en dos bolitas unidas por un hilo de hierro. Al ser disparadas, los perdigones se apartaban y con el hilo de hierro que llevaban al medio, tenso al rojo como una navaja de viento, cortaban picas y lanzas y rebanaban cuanta piel y carne topaban por delante.

Derrotado, Almagro fue posteriormente ejecutado por Hernando Pizarro.

Al año siguiente, en abril de 1 539, Pedro de Valdivia solicitó al sorprendido Francisco Pizarro su respaldo para la empresa a Chile.

-Sí, tienes razón –le dijo-. No eres hombre para dejar secar su alma en esta tierra de molicie. En virtud del poder que me concede la cédula de Su Majestad, dada en Monzón, en el año de mil quinientos treinta y siete, refrendada de Francisco de los Cobos, secretario de su Real Consejo Secreto, en que me manda enviar a poblar e conquistar el Nuevo Toledo e las provincias de Chili, te envío como mi teniente gobernador a poblarlas, conquistarlas y gobernarlas.

Para hacer esta jornada (expedición a la Nueva Extremadura) el Marqués Pizarro no lo favoreció ni con tan solo peso de la caja de Su Majestada ni suyo, y a su costa y expensas hizo la gente y gastos que convino. Valdivia comentó a doña Inés, antes de salir desde el Cuzco: “He invertido mi fortuna de nueve nil pesos oro, que para muy poco alcanza; cada caballo cuesta dos mil; cada espada, cincuenta; cada carpa, más de cien. Con mercaderes y prestamistas he completado quince mil pesos en caballos y armas”.

Finalmente, logró reunir ciento cincuenta hombres de a pie y de a caballo y se endeudó en más de setenta mil castellanos. La expedición salió del Cuzco con siete españoles y ochocientos indios. Los restantes peninsulares se unirían al grupo después de dos meses de marcha, en el valle de Tarapacá.


Historia y Arqueología del Antiguo Perú II


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PRIMERA PARTE

I

INTRODUCCIÓN

LOS ESPAÑOLES EN EL PACÍFICO

El derrumbamiento político del Tawantinsuyo, no fue solamente el epílogo trágico de la agresión española, sino principalmente el resultado de un largo y azaroso proceso anterior, que se inició con la expansión violenta, que emprendió contra los viejos estados del mundo andino; cuyo esfuerzo integrador generó tensiones antagónicas, muy complejas, entre los pueblos dominados y el nuevo poder imperial.

Estos conflictos antagónicos y las pugnas internas, crearon así las condiciones favorables que directa o indirectamente determinaron el éxito de la invasión extranjera. Así como Manco Capac, es considerado el creador del estado regional en el valle del Cuzco, su descendiente Pachacuti Inca Yupanqui, históricamente es el creador del Estado Imperial Inca; quizás a mediados del siglo XV, inmediatamente después de la derrota de los agresores Chancas, quienes fueron vencidos por la unión o alianza de los cuzqueños con los demás pueblos comarcanos, temerosos de ser avasallados en la hoya del río Pampas, antiguo habitat del llamado “viejo Imperio Wari”.

Posteriormente su hijo Tupa Inca, uno de los mayores y más jóvenes conquistadores de la historia universal, continuando

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la obra de su padre, en procura de la integración política del mundo andino, extendió los límites del nuevo Imperio, por el norte hasta las regiones ecuatoriales y por el sur hasta los confines australes de Chile, de la costa a las profundidades de la selva amazónica y por la parte sur oriental hasta bordear la anchurosa pampa argentina.

Precisamente como secuela de esta rápida expansión militar, empezaron a germinar los futuros elementos de su propia destrucción, con el descontento de los pueblos dominados de las más diversas etnias, con lenguas, creencias y tradiciones culturales distintas que entorpecieron la tarea integradora de los incas y le dieron la apariencia de aquella estatua babilónica con cabeza de oro y pies de barro.

En efecto, el ordenamiento político, económico  y social, incluso religioso impuesto por el poder Inca, conmovió los cimientos de las antiguas estructuras andinas, al desarticular la influencia de los señoríos regionales y locales, con una nueva organización política administrativa y otros medios de dominación para acrecentar la hegemonía del Tawantinsuyo.

Igualmente el fausto cortesano del imperio como ocurrió en otros imperios conocidos del mundo, provocó la rivalidad interna entre los nacas o linajes incas que aspiraban a usufructuar el ejercicio del poder, que de hecho rebasaron los cálculos políticos del monarca reinante y las sucesiones se tornaron así más tensas y dramáticas, como se constatará, después.

El gobierno de Huayna Capac se inició así dentro de este marco de luchas sucesorias, primero venciendo las


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aspiraciones de su hermano Qhapaq Wari y luego la conspiración del Apu Wallpalla, que aprovechando de su poder y la minoría de edad de Wayna Qapaq intentó encumbrar en el Imperio de su propio hijo. Este famoso inca, pese a su sagaz gobierno, no pudo evitar la gran rebelión de los pueblos conquistados de la comarca de Quito. Y tuvo que apelar a las medidas radicales para imponer la autoridad del Tawantinsuyo. Mientras tanto España, el mayor y poderoso imperio de Europa, había emprendido la conquista de los estados y pueblos del llamado “Nuevo Mundo” y una parte de sus temerarias huestes establecida en Panamá exploraban sus comarcas y otras expediciones europeas recorrían a la vez la costa atlántica de la América.

En las postrimerías del reinado de Wayna Qhapaq, el portugués Alejo García habría sido el primer europeo que cruzó los límites del imperio probablemente entre los años de 1 522 a 1523, formando parte de una incursión Guaraní al territorio de los Charcas, que según las versiones toledanas, ocurrieron cuando el inca se hallaba pacificando la rebelión de las comarcas quiteñas.

Muerto Wayna Qhapaq, entre los años de 1 525 a 1 527, el sucesor indiscutible del imperio fue Wascar Inka, no hubo pues la presunta división del imperio, como erradamente sostuvieron las crónicas de Zárate y Gomara, que tomaron sus datos de informantes atawallpistas. El nuevo inca sufrió también desde los comienzos de su gobierno los efectoa de las luchas internas a nivel de los propios linajes incas. Primero tuvo que afrontar la conspiración de alguno de sus hermanos dirigidos por Cusi Atauchi y después el de los llamados “albaceas” de Wayna Qhapaq a quienes sancionó


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inflexiblemente por haber permitido que el Awqui Atahualpa se quedara en Quito. Si bien estos hechos determinaron el resentimiento de Waskar Inca con los anancuzco, parcialidad a la que pertenecía. Sin embargo superadas estas dificultades, el inca consolidó su autoridad y continuó con la tarea unificadora del Tahuantinsuyo.

ESTABLECIMIENTO DE LOS ESPAÑOLES EN TIERRA FIRME

Dos etapas iniciales pueden distinguirse en la ocupación española de Amèrica:

1)    Ocupación de las islas del Caribe 1492-1508.
2)    Primeras ocupaciones de Tierra Firme (América del Sur y Central) 1509 en adelante.

Estas dos etapas se cierran en 1513 con el descubrimiento del Océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa. Antes de esta fecha tanto la ocupación de las islas, como la ocupación de Tierra Firme habían tenido por único escenario al Atlántico. A partir de 1513 en cambio se inician las exploraciones en las costas del Pacífico. Mientras prosiguen las exploraciones, las expediciones españolas en la zona atlántica de Centro América.

Antes de 1508 los españoles conocían ya la existencia del continente por diferentes viajes que había realizado Cristóbal Colón en su tercero y cuarto viajes. Pero no habían intentado su ocupación; hasta que la corona autorizó a los capitanes Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa para emprender la conquista de las costas situadas en lo que hoy día son Costa Rica-Panamá-Colombia-Venezuela.

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Entre ambos conquistadores el Rey español fijó una línea que atravesaba EL Golfo de Urabá en el Darién (actual Panamá). Hacia el occidente de esa línea, en dirección al norte, se encontraba la gobernación de Castilla de Ooro que incluía Costa Rica y Panamá. Al oriente estaba la gobernación de Nueva Andalucía en las costas de Colombia y Venezuela, a cargo de Alonso de Ojeda.

Ojeda y Nicuesa fracasaron como conquistadores, pero sus proyectos son importantes como antecedentes de la posterior conquista del Perú, por lo siguiente: 1) A partir de entonces los españoles iniciaron su penetración hacia Sudamérica. 2) En estas conquistas frustadas participaron a las órdenes de Ojeda, dos personajes que más tarde resultaron decisivos para el Perú: Vasco Núñez de Balboa y Francisco Pizarro.

Un resultado de estas expediciones fue la fundación de la ciudad de la antigua en Panamá, por acción de Vasco Núñez de Balboa. Esa acción significaba el desconocimiento por parte de Balboa de la autoridad tanto de Ojeda como de Nicuesa debido a que:

a)    La antigua reemplazaba a una ciudad diferente fundada por Ojeda, y
b)   Se encontraba dentro de la jurisdicción de Nicuesa y no de Ojeda.

Esta desobediencia a la autoridad fue típica de los conquistadores. Lo mismo hizo Cortés con los funcionarios de Cuba y Pizarro con los de Panamá. La conquista no sólo era posible sin respetar demasiado ni a las normas, ni a las formas.


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PRIMERAS NOTICIAS DEL PERÚ: DESCUBRIMIENTO DEL MAR DEL SUR

El Perú fue para los europeos  primero un lugar desconocido, luego una región al sur de Panamá, finalmente el Imperio de los Incas. Todo empezó cuando los españoles concluyeron para arribar con sus carabelas a la India, necesitaban descubrir un “estrecho o brazo de mar” que les permitiera pasar del Mar del Norte, hoy Atlántico, al presumible Mar del Sur, hoy Pacífico.

El descubrimiento del Mar del Sur, ya que no el soñado estrecho se debió a Vasco Núñez de Balboa, quien por ello también recibió las primeras noticias del Perú, pero evidencias más palpables de la nueva tierra se ofrecieron a tres capitanes españoles como Gaspar de Morales, Francisco Becerra y Pascual de Andagoya.

Semblanza de Vasco Núñez de Balboa (1475-1517)

Conquistador español.Gobernador de Darién, se distinguió por su crueldad. Descubrió el Océano Pacífico. Murió ejecutado (Diccionario Lexus).

Nació en Jerez de los Caballeros, Extremadura, era hidalgo de cuna. Luego de servir de paje a Pedro Portocarrero el Sordo, señor de Moguer, pasó a Indias en 1500 con la armadilla de Rodrigo Bastidas, pero fracasada esta empresa terminó radicado en la Española, donde fue granjero en Salvatierra de la Sabana. Tan mal le fue en su improvisada ocupación que, por no poder pagar sus muchas deudas se vio obligado a


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fugar de la isla, haciéndolo secretamente en el interior de un tonel con su perro leoncillo, barril que vio abrirse en plena navegación en la cubierta de la nave del bachiller Martín Fernández de Inciso, quien iba a socorrer a su socio Alonso de Ojeda. No llegaron a encontrar a Ojeda y la expedición terminó en el Darién, fundando allí los españoles Santa María de la Antigua, es así como Balboa concluyó convertido en Alcalde de la nueva población. Ascendido así a único caudillo de los colonos, los animó entonces a salir para explorar la tierra e indagar por oro. Al frente de los que quisieron seguirlo penetró al país del cacique CARETA haciéndose su aliado y obteniendo a su hija Anayansi por manceba. Esta fue quien le habló entonces de un mar azul y de un reino dorado que llamaban el DABAIBE, pero Balboa tomó ambas cosas por fábula y volviendo a ponerse en marcha prosiguió al país del cacique COMAGRE. Aquí halló un botín más, estando sus soldados disputándose unas pocas piezas de oro, se escuchó la risa burlona de Pinaquiaco, el hijo del cacique quien les dijo: “¿qué es esto cristianos, por tan poca cosa reñís, si tanta gana teneis de oro… yo os mostraré provincia donde podáis cumplir vuestro deseo, pero es menester para esto que seáis más en número de lo que sois, porque habéos de tener pendencia con grandes reyes que con mucho esfuerzo y rigor defienden sus tierras? Y al decir esto señaló hacia el sur añadiendo que allí había un mar donde navegan otras gentes con navíos y barcos con vela y remos”.

Balboa continuó su jornada con más empeño que nunca. Por fin el 25 de septiembre de 1513, el océano apareció. Vasco Núñez de Balboa mirándolo desde lo alto del monte se hincó de rodillas y agradeció al cielo su hallazgo. A los cuatro días


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de camino recién se pudieron mojar los pies. Balboa con la espada desenvainada y el pendón en la otra mano, se adelantó con el mar hasta los muslos y deteniéndose en ademán solemne vivó a los reyes de Castilla León y Aragón monarcas de España, una para concluir que tomaba posesión definitiva del Mar del Sur, que en realidad era el océano más grande del Mundo. Era el 29 de septiembre de 1513, festividad de San Miguel de Arcángel.

APROXIMACIÓN AL VIRÚ

Desconcierta a estas alturas la expedición de Gaspar de Morales al archipiélago de Terarequi o islas de las Perlas, por cuanto según el cronista Las Casas llegó posteriormente este caudillo a una tierra llamada Virú, nombre que originó el de PIRÚ o Perú.

Gaspar de Morales por orden de Pedrarias, su primo salió con sesenta soldados de la Antigua y se dirigió a Mar del Sur con ánimo de ganar botín de perlas en las islas de Terarequi. En el camino topó al capitán Francisco Becerra, por lo que le pidió un soldado para guía y conducido por él llegó al señorío del cacique Tutibra, quien puso a su disposición las cuatro canoas de su pueblo. Por no haber más embarcaciones dejó allí Morales a la mitad de su gente con el capitán Peñalosa y él, con la otra mitad pasó al señorío de Tunaca, zarpando luego a Rerarequi.

De noche cayó sobre una de las islas y hallando a los hombres separados de las mujeres debido a los ritos de iniciación, apresó a las hembras para utilizarlas de rehenes, más algunas


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escaparon y avisaron a sus maridos, lograron que estos vinieran contra los castellanos y les dieron una dura lucha, los españoles frenaron el ataque, luego les lanzó el único perro de guerra que tenían.

Pasó luego Morales a la isla donde habitaba el cacique principal, Morales obsequió con baratijas al cacique y éste se puso tan contento que subiéndolo a un mangrullo o mirador le mostró todas las islas y le ofreció todas sus perlas porque oro no tenía, a cambio de su amistad.

Mientras tanto los abusos de Peñalosa y su gente habían sublevado a los indígenas por lo cual al tocar tierra Morales y enviarle un mensaje con once españoles, estos fueron muertos por el cacique de Chochama, naturalmente a traición pues de noche les quemó la choza donde dormían y conforme salían los apresó y ahorcó. Entonces Chiruca donde se alojaba Gaspar Morales, por miedo, o alianza fugó una noche con su hijo, pero apresado y atormentado con el perro, lo obligaron a convocar  una junta secreta de caciques contra los españoles, y conforme fueron llegando los encadenaban y aperreaban, matando así a diecinueve, incluyendo a Chiruca.

En este trance fue que entendió Gaspar de Morales que a la parte oriental del golfo de San Miguel, había un cacique, gran señor llamado Virú que tenía gran riqueza de oro y perlas. Decidido a saquearle sus riquezas, cayó pues de noche Gaspar de Morales, sobre el pueblo de Virú, e incendió sus chozas, más escapó el cacique quien regresó con sus guerreros y ofreció otro fuerte ataque, aunque huyendo finalmente, porque las ballestas y el  perro volvieron a actuar concertadamente.

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Morales volvió al pueblo de Chiruca, pero los vasallos de los diecinueve aperreados les salieron al encuentro y los atacaron sin cuartel, causándole muchos heridos y terminando todos víctimas del miedo y la fatiga. Un soldado apellidado Velásquez imposibilitado de seguir por sus heridas, determinó ahorcándose delante de todos, para no caer en poder de los indios. Fue uno de los casos raros de suicidio que se dieron en la conquista de América.

Nueve días anduvieron los españoles perdidos en medio de la vegetación tropical espesísima, caminando con el agua a la cintura y sufriendo hambre, pero se acabaron las ciénagas y se salió al Mar del Sur. En un pueblo abandonado capturaron las canoas y en ellas cruzaron la parte del Golfo de San Miguel, entrando finalmente a Santa María de la Antigua, poco menos que deshechos. Entonces fue que los recibió Pedrarias y compró a su primo la famosa perla en 1 200 castellanos, la misma que luego envió con su mujer a la Emperatriz, quien le mandó dar 4 000 ducados por ella.

Correspondió a Pascual de Andagoya obtener no sólo la última noticia sobre el gran territorio austral sino, incluso brindarle su definitivo nombre. Andagoya había nacido en 1 494 en el valle de Cartango, Alava, como hijo del hidalgo Juan Ibáñez de Arca o Arga. Pasó a Tierra con Pedrarias en 1 514, gobernador que le dio un repartimiento de indios y lo casó con una doncella del séquito de su mujer, de tal modo que regresó a Panamá y allí fue regidor en 1 522, al año siguiente fue nombrado por su protector Pedrarias, Visitador General de los indios de Castilla de Oro.



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Como tal estuvo entonces visitando todos los cacicazgos del Golfo de San Miguel, entre ellos el de Chochama. Allí se percató que los nativos no se atrevían salir al mar, por temor a ciertos guerreros indios que, procedentes del sur, venían en los plenilunios, con sus flotillas de canoas a saquear el cacicazgo de Chochama. Preguntando que quienes eran los depredadores le respondieron que los vasallos del reyezuelo del Virú. Andagoya partió, con sus soldados en la compañía de los indios chochameños, abriéndose paso por espacio de seis o siete días, siempre por la orilla del mar, llegando así a la boca de un regular río, encontrando al cabo de la distancia una fortaleza defendida por los guerreros del señor de Virú. La lucha fue tenaz, pero a la postre Andagoya obtuvo la victoria, rindiéndosele seis reyezuelos tributarios del señor de Virú, así como también este último, quien, a la postre terminó gran amigo del caudillo vasco. Por él precisamente, se enteró que el gran reino austral no era una leyenda sino una evidente realidad, noticia que lo animó a proseguir la costa abajo.

Con el rey del Virú, su nuevo aliado, partió Andagoya en demanda del país desconocido, avanzando hasta llegar al río hoy nombrado de San Juan, en una de estas incursiones se le volcó la canoa y estuvo en riesgo de ahogarse, tanto por el peso de sus armas como por no saber nadar, lo sostuvo en sus brazos su aliado y amigo el señor de Virú. Los soldados recogieron a su maltrecho caudillo y dentro del término de la distancia lo llevaron a Panamá. Andagoya ingresó a esta población con la salud muy deteriorada, el enfrentamiento lo había tullido y no había señales de recuperación.




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Al verlo en este estado, otro capitán de Pedrarias llamado Juan de Basurto quiso continuar el descubrimiento por su cuenta, llegando para ello a gestionar la compra de caballos en la Española, pero la muerte repentina lo sorprendió en el Puerto del Nombre de Dios, y todo quedó como estaba. Andagoya, mientras tanto, había entregado al gobernador Pedrarias una curiosa relación de su viaje y también al rey del Virú, para que prestase vasallaje al monarca de las Españas. La verdad es que desde 1 523 ya Andagoya había llamado Perú a la nueva tierra.

Antes de seguir adelante conviene reparar un hecho que conlleva novedad. Que por esos tiempos hubo unos aventureros lusitanos que llegaron al Tahuantinsuyo comandando una expedición.

De Guaraníes y Guarayos

El principal de ellos dice haberse llamado Alejo García. Era portugués y natural de Alentejo, dedicándose presuntamente a la vida marinera, se embarcó en la expedición que mandaba Juan Díaz de Solís en 1516, la misma que terminó descubriendo el Río de la Plata. Lo cierto es que Alejo García, siguió en esas partes del Atlántico y en 1 524 estaba náufrago con diez compañeros en la isla de Santa Catalina o en la costa del Brasil. Era hombre que tenía facilidad para las lenguas y habiendo aprendido algo de los aborígenes, entendió en sus conversaciones con los indios, que hacia el lado del poniente, tierra adentro, existía un rey blanco (del inca del Cuzco), el país de los Caracaraes (el Tawantinsuyo) y una sierra de la



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Plata. García se entusiasmó con la noticia y decidiéndose a partir en demanda de lo oído, lo hizo con cuatro compañeros.

Internándose en el Continente llegó al Paraguay, concertándose allí con los guaraníes o chiriguanas, a marchar a la parte del poniente a descubrir o reconocer aquellas tierras, de donde traerían muchas ropas de estima y cosas de metal, con esta mira cruzó el Paraná. Y al cabo de muchas jornadas llegaron a reconocer las cordilleras y serranías del Perú, y acercándose a ellas entraron por la frontera de aquel reino. Viajaron Alejo García, sus compañeros, más 2 000 indios chiriguanas y guarayos. Apareció frente a ellos la fortaleza incaica de Cuzcotuyo; la apreciaron desprevenida, la asaltaron por sorpresa y terminaron haciéndose dueños de ella, luego de aniquilar a la guarnición.

El cronista Sarmiento de Gamboa nos dice que “mientras Guayna Capac estaba ocupado en esta guerra de los cayambis, los chiriguanas que es una nación de montaña, desnudos y que comen carne humana, y de ella tiene pública carnicería, saliendo de la aspereza de los montes, entraron en la tierra de los charcas, que estaba conquistada por los incas del Pirú. Y dieron en la fortaleza de Cuzcotuyo, adonde el inca tenía grande guarnición de fronteras contra los chiriguanas. Y como salieron de repente, entraron en la fortaleza y matarónlos a todos y hicieron a los de la tierra gran estrago, robos y muertes”. El inca reaccionó desde Quito enviando a su general Yasca, el cual partió para el Cuzco, de aquí partió para los charcas, con la cual llegó a los chiriguanas y les hizo cruel guerra y prendió algunos de ellos, que los envió por muestra a Guayna Capac a Quito, para que viera la extrañeza de aquella gente.

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A estas alturas sorprende que no se diga nada de los portugueses, parece que ya estos habían emprendido el viaje de retorno al Paraguay. Efectivamente los lusitanos volvieron cargados de despojos de ropa, vestidos y muchos vasos, vajillas y coronas de plata, de cobre y otros metales. Desde Paraguay escribió Alejo García a sus amigos náufragos de Santa Catalina, enviándoles con el papel algo del botín, asimismo escribió una carta a Martín Alfonso de Sousa, Gobernador de San Vicente de Brasil, hoy Santos. Noticiándolo de la tierra rica que existía al poniente de su gobernación.

Sarmiento de Gamboa nos indica que habiéndose detenido Alejo García en la orilla izquierda del río Paraguay, en el lugar donde luego se fundó la Villa de San Pedro, sus aliados indios lo asesinaron junto con sus compatriotas, finando allí los cinco europeos sin dejar huella de su botín.

Dos náufragos de Santa Catalina que recibieron la carta y la plata se encargaron de perennizar la aventura de Alejo García y sus cuatro compañeros. Lo sorprendente de todo es que el posible viaje de Alejo García se sitúa entre los años de 1524 y 1526, de ser cierto esto, Alejo García sería el primer europeo conocido que pisara el Tahuantinsuyo, sin sospechar que había llegado al único Imperio existente al sur de la línea equinoccial.







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¿Quién fue Don Pedro de Valdivia?

El Fundador de la Nueva Extremadura

Aunque no se relacione mucho con el contexto general, quiero tratar sobre Don Pedro de Valdivia, que a mi ver es un personaje importante de la conquista, sobre todo del país vecino del sur. Además continuó con el descubrimiento de Chile, dejado de lado por el otro conquistador Don Diego de Almagro, que le fue mal en su aventura, tal vez porque tomaron una ruta muy difícil y de mucho frío. Por escapar del desierto sufrieron penalidades al atravesar la cordillera, pensando, tal vez hacerlo en el menor tiempo.

Las escenas, diálogos, resúmenes y descripciones de esta novela, como la llama el chileno Juan Jorge Faundes Merino, nacido en Temuco en 1 946, son recreaciones a partir de los relatos del propio Valdivia, cronistas e historiadores y los inevitables vacíos, llenados con imaginación. Se ha tratado de revivir la Historia, sacarla del museo; por eso, esta corta narración es presentada como “novela biográfica”:

Los ojos lapislázuli del hombre relumbran cuando a grandes y ruidosos trancos metálicos se introduce al gigantesco toldo de pieles de llama levantado al pie del cerro. Son centenares las tiendas de cueros o trozos de velas de barco que se han agrupado en torno a la suya. Su cabello, amarillo como el oro que busca, está alborotado por la brisa de la tarde. Las barbas plomizas dan un aspecto quijotesco a su rostro de piel agrietada y color terracota. Afuera del toldo relincha un caballo y resuena el galopar de unos lanceros entre aleteos espantados de gallinas y chillidos de cerdos.

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-¡Inés! –Grita con voz como bramido de toro-. ¡Inés!

De ancho pecho y espaldudo, buena estatura y fornido, viste una ceñida cota de mallas y reluciente armadura. Termina diciembre de 1 540 y acaba de llegar de una cacería de indios por las vecindades del campamento, instalado el día anterior al pie de un peñón entre los dos brazos del río que los naturales llaman Mapocho.

El interior del pabellón es muy amplio, con subdivisiones para recibir, comer y dormir. Lo adornan coloridos tapices, tapetes y alfombras tejidos por las indias de Lima, el Cuzco y el Titicaca. Hábiles manos dibujaron y pintaron en ellos con tierra de color misteriosos signos geométricos, así como soles, jaguares, monos y aves antropomórficos. Todo el alhajamiento de la tienda fue traído a lomo de indio desde su casa del valle de La Canela, en Perú, donde gozaba de una encomienda, y de su mineral de Porco, su cerro de plata, propiedades que devolvió al Marqués Francisco Pizarro antes de emprender la aventura a Chile. Más de cuatrocientos indios de carga soportaron sobre sus hombros, entre Cuzco y el valle del Mapocho, estos y otros muchos bienes y herramientas y armas necesarios para la conquista. Varias decenas murieron de frío o agotamiento durante la travesía de los despoblados del norte. Otros huyeron en cuanto pudieron perderse entre las dunas del desierto.

Los conquistadores obtenían la comida en los rancheríos con que tropezaban por el camino. Los indios que no cooperaban con la entrega de sus ganados, mujeres, cosechas y reservas alimenticias, eran castigados con la muerte y el incendio de sus viviendas y sementeras.

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Sobre la cota del guerrero, un chaleco de hierro refleja como un espejo el rostro moreno de la hermosa mujer de largos cabellos negros que acude a su llamado.

-¡Pedro! –dice-. ¡Al fin llegas! Y lo abraza. El hombre huele a sudor, tierra, caballo y humo.

-¡Qué frío y duro estás con estas cosas! El hombre sonríe y arroja casco, lanza y espada a un rincón del cuarto. Caen con estrépito sobre el suelo de tierra.

-Ya me las quito, mujer, ya me las quito. Pero todavía me queda guerra por delante.

-¿Guerra? –dice ella-. ¿Todavía más? –Y lo ayuda a sacarse aquel reluciente traje que le ha salvado la vida en mil batallas.

-Guerra, Inés. La paz todavía está lejana. Recién estamos comenzando a correr esta tierra.

La mujer se estremece. Ella sabe que correr la tierra significa, en la jerga de los conquistadores, recorrer en son de guerra el territorio enemigo, y enselarles todo el mal que se les puede causar si no cooperan con sus bienes y trabajo. Correr la tierra es perseguir, arrasar, matar sin discriminar sexo, edad, edad o jerarquía.

-Nos dividimos en cuatro cuadrillas y corrimos gran parte de este valle durante todo el día –cuenta a la mujer-. Y por la astucia que tuve en repartir la gente, pensaron que éramos muchos cristianos. Porque los indios huían de una cuadrilla y

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topaban con otra. Y escapándose de aquella, topaban con las demás. Luego tomamos nuchos prisioneros para el servicio y otros para devolverlos con mensajes a los caciques.

La mujer le alcanzó una botija de vino y el hombre tragó hasta vaciarla.

-Vamos a necesitar muchos indios para construir aquí una ciudad –dijo luego. Le cogió a la mujer la cara entre sus gruesos dedos, callosos de esoada, y la miró como en adoración.

-Mi deseo es descobrir* y poblar para Su Majestad todo este país –susurró-. Y Su Majestad me pagará con encomiendas de indios y mercedes de tierras mis servicios.

Ella también lo contemplaba. –Y dejar memoria y fama de mí  -continuaba él-. Pero debo ir con el pie de plomo poblándola y sustentándola.

-¿Y a dónde irás después de hacer esta ciudad?
-Al sur. A esa verde grosedad –por fertilidad- del sur.

-¿Y cuándo? –No sé, tal vez de aquí a febrero, con ayuda de Dios, e con sesenta hombres déstos e los mejores caballos e yeguas, dejando los demás para la conservación de la ciudad. Con ellos me meteré en la grosedad de la tierra, a fundar otra. Y después, a quince o veinte leguas desa, otra. Y otra. Y otra.
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*El autor pone en boca de Pedro de Valdivia algunas palabras en castellano del siglo XVI para darle más sabor y autenticidad.

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Su mirada traspasa los muros y se fija en algún punto misterioso más allá del horizonte. –Algún día he de llegar fundando ciudades hasta el Estrecho de Magallanes.

-¿Y me llevarás?

De cabeza grande, conforme al cuerpo, el hombre niega con energía. –No, mujer. Necesito dejar aquí a la más valiente de las capitanas.

Doña Inés era una mujer joven viuda española que llegó a las Indias con treinta años de edad, se unió con don Pedro y formó casa con él.

 Primero vivieron en el Cuzco; después lo acompañó en la odisea de once meses que fue el viaje hasta el valle del Mapocho. Inés de Suárez le quita con ternura sus armaduras y lo baña con agua caliente en una tinaja labrada en un grueso tronco, forrada en cobre y con guarniciones de oro y plata.

Le limpia la piel de la costra de sudor, sangre y lodo que se le ha acumulado.

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Fuentes:

HUANCOLLO DE BELLIDO, Domitila. Arequipa-Perú. UNSA. 2 005.
FAUNDES MERINO, Juan Jorge. Pedro de Valdivia. Fundador del Nuevo Extremo. Santiago de Chile. Zig-Zag. 1 993.



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II

VALDIVIA CONTRA ALMAGRO

La primera misión de Pedro de Valdivia como maestre de campo de Francisco Pizarro fue comandar a cuatrocientos cincuenta hombres que salieron de la Ciudad de los Reyes –Lima- para liberar a don Gonzalo y a don Hernando, los hermanos del marqués, que permanecían en el Cuzco sitiados por doscientos mil indios.

Sin embargo, en el camino fue informado de que don Diego de Almagro, Adelantado de los Territorios del Sur, según nombramiento real, quien regresaba de una fracasada  expedición a Chile, había dispersado a los indios sitiadores, ocupando el Cuzco y apresado a los hermanos del marqués

Don Diego mantenía un litigio de poderes y territorios con Francisco Pizarro y sus hermanos. Insistía en que el Cuzco quedaba bajo su jurisdicción. Lo que también reclamaban los Pizarro. La pugna dividió a los conquistadores en pizarristas y almagristas.

Pedro de Valdivia no era partidario de una solución violenta del conflicto y aconsejó a Francisco Pizarro un esfuerzo de diplomacia.

-Vaya al Cuzco y entrevístese con Almagro –le dijo en un consejo de oficiales-. Si conversan, se acordarán de la hermandad que los une, se adobaran las cosas e vendrá todo en paz y conformidad.


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-¡No! ¡No iré! –respondió a gritos el marqués- ¡El violó el juramento hecho por ambos! ¡No merecen mis obras, ni la hermandad que con él he tenido, su actitud de ocupar el Cuzco, que dice caer en su gobernación, y apresar a mis hermanos! ¡E fuera bien que si la ciudad del Cuzco dice caer en los límites de su gobernación, que se viniese a ver conmigo, pues yo tengo la tierra a mi cargo por mandato de su Majestad!

-La guerra puede acarrear peligrosas consecuencias en las actuales circunstancias –insistió Valdivia-. Daría ocasión a los indios a sublevarse aprovechando nuestras disenciones. Y pondría en peligro la vida de sus hermanos. Una gestión directa suya, estoy seguro, lograría la libertad de don Gonzalo y de don Hernando, y solucionaría todas las diferencias.

Se impuso, sin embargo, en el consejo la opinión del bachiller García Arias, quien persuadió a Pizarro de preparar la guerra contra Diego de Almagro. Don Francisco hizo en parte caso a Valdivia y nombró una comisión para gestionar la libertad de sus hermanos.

Almagro recibió a los comisionados, pero no liberó a los Pizarro. Propuso en cambio designar delegados de cada parte para demarcar las gobernaciones y dejarlas claramente definidas.

Entretanto, Gonzalo, había escapado y sólo Hernando permaneció prisionero. Don Diego de Almagro, en una decisión ingenua inexplicable, aceptó que el mercedario fray Francisco de Bobadilla, hombre de Pizarro, fuera el único árbitro para solucionar el diferendo.

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Como se podía esperar, el fraile emitió una sentencia que dejó la disputada ciudad del Cuzco bajo la jurisdicción del marqués Pizarro. Oportunamente, sin embargo, llegó desde España una cédula real que ordenó a los contendores quedarse donde los encontrase esta provisión, mientras el monarca no resolviera otra cosa. O sea el Cuzco debía seguir en poder de Almagro.

El Rey ordenó además un viaje de Hernando Pizarro a España para que le llevara su parte en el tesoro de Atahualpa, “con la más brevedad que se pueda, porque las necesidades de acá lo requieren”. Don Diego liberó entonces a Hernando, ya que era requerido por el Rey. En cuanto su hermano fue liberado, Francisco Pizarro citó a un urgente consejo de oficiales.

-¿Se han hecho las órdenes del Rey para ser obedecidas a la letra en los lejanos territorios de ultramar, en circunstancias que su Majestad desconoce? –dijo-. Un buen servidor de un monarca no es el que aplica rígidamente la ley, sinó el que sabe adaptar su sentido a las realidades inesperadas. ¡Su Majestad no puede prever la aparición de hechos que, conocidos por él, le harían actuar de una manera muy diferente! Pedro de Valdivia y los demás caballeros del consejo lo observaban sin poder disimular brillos de incredulidad e ironía en sus miradas.

-¡Más obediente y fiel vasallo es el que, en tales casos, actúa contraviniendo las órdenes del Rey y no cumpliéndolas! En cuanto al viaje de Hernando de Pizarro a España con la parte del tesoro de Atahualpa que el Rey reclama como suya, los argumentos de Francisco Pizarro eran igualmente un disfraz retórico para un acto de desobediencia que anticipaba una futura mayor y más grave rebelión.

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-¿No es más conforme con el real servicio dilatar el viaje de mi hermano y confiar a don Hernando la pacificación de los bárbaros que se resisten a acatar el dominio de Su Majestad?

Dicho esto, puso a Pedro de Valdivia en pie de guerra y envió un mensajero a Diego de Almagro con la orden perentoria de abandonar los territorios ocupados. Al tenor de su reciente argumentación, hacía caso omiso de la cédula real que ordenaba no innovar por el momento.

Almagro respondió que respetaría la provisión real, que iba a retener los territorios ocupados hasta que el monarca dispusiera, y acampó con el grueso de sus hombres en Guaytara, una cumbre en lo alto de la sierra, al filo de hondos despeñaderos, atalaya que domina el camino al Cuzco, dispuesto a impedir el paso del insubordinado Pizarro.

Pizarro y sus huestes se lanzaron a la guerra. La batalla decisiva se produjo a dos leguas del Cuzco, en la llanura de Las Salinas. Un riachuelo separaba a ambas fuerzas. Hasta que chocaron hierro contra hierro al amanecer.

¡Viva el Rey!, gritaron los Pizarristas. “¡Santiago, a ellos”, los almagristas.

Pedro de Valdivia ordenó cargar los arcabuces con pelotas de alambre, una munición recién inventada en Europa. Consistía en dos bolitas unidas por un hilo de hierro. Al ser disparadas, los perdigones se apartaban y con el hilo de hierro que llevaban al medio, tenso al rojo como una navaja de viento, cortaban picas y lanzas y rebanaban cuanta piel y carne topaban por delante.

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Derrotado, Almagro fue posteriormente ejecutado por Hernando Pizarro.

Al año siguiente, en abril de 1 539, Pedro de Valdivia solicitó al sorprendido Francisco Pizarro su respaldo para la empresa a Chile.

-Sí, tienes razón –le dijo-. No eres hombre para dejar secar su alma en esta tierra de molicie. En virtud del poder que me concede la cédula de Su Majestad, dada en Monzón, en el año de mil quinientos treinta y siete, refrendada de Francisco de los Cobos, secretario de su Real Consejo Secreto, en que me manda enviar a poblar e conquistar el Nuevo Toledo e las provincias de Chili, te envío como mi teniente gobernador a poblarlas, conquistarlas y gobernarlas.

Para hacer esta jornada (expedición a la Nueva Extremadura) el Marqués Pizarro no lo favoreció ni con tan solo peso de la caja de Su Majestada ni suyo, y a su costa y expensas hizo la gente y gastos que convino. Valdivia comentó a doña Inés, antes de salir desde el Cuzco: “He invertido mi fortuna de nueve nil pesos oro, que para muy poco alcanza; cada caballo cuesta dos mil; cada espada, cincuenta; cada carpa, más de cien. Con mercaderes y prestamistas he completado quince mil pesos en caballos y armas”.

Finalmente, logró reunir ciento cincuenta hombres de a pie y de a caballo y se endeudó en más de setenta mil castellanos. La expedición salió del Cuzco con siete españoles y ochocientos indios. Los restantes peninsulares se unirían al grupo después de dos meses de marcha, en el valle de Tarapacá.

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