OBSESIÓN
Era yo más feliz cuando estaba en la nada
sin el conocimiento de la propia existencia
y sin la carga de esta máquina complicada
mezcla rara de sombra y de clarividencia.
Cuando envuelto en la bruma de
ene siglos estuve sin ninguna conciencia
y sin el sobresalto de la atroz evidencia
de que un día la máquina será disgregada.
¿Quién sufrió desde el día en que fue el Universo
hasta aquel otro día en que en carne caduca
sin que medie consenso o con él fue converso?
¿Quién sufrió? Yo no sé porqué causa ignorada
la tenaz obsesión se me aferra en la nuca
de que fui más feliz cuando estuve en
IRIS
Dulce amada a la par festiva y doliente
cual mi sueño inefable hubo fingido;
fantasía hecha carne iridiscente
de explosiones de amor inaprendido.
En el marco divino de tu frente
mi puro primer beso fue esculpido
y en tu boca estival, húmeda, ardiente
ledamente lo hallé correspondido.
Y en la mórbida curva de tu pecho
recliné mi cabeza un día a plomo
y tú la acariciaste, leve, como
una hermana mayor lo hubiese hecho
o una madre que pone su infinito
cariño sobre su hijo pequeñito!
(
La calle de Mercaderes
repleta bulle de gente
cada cual indiferente
tras sus propios menesteres.
Hombres y lindas mujeres
de mirada refulgente
circulan como un torrente
y agitados mercaderes.
Autos y coches de lujo
pasaban en flujo y reflujo
consumiendo la hora inquieta;
y entre ellos como alocada
devorando la calzada
la fea motocicleta
LENTE HUMANA
Murió la niña columbina
en la flor de su edad,
cuando su risa cristalina
rutilaba en su heredad;
cuando la pátina divina
de su innata bondad
era cual rubia heraldina
de su felicidad.
Sobre la etérea trayectoria
hallóla digna de la gloria
el Padre Celestial;
empero, la antigua serpiente,
con fino silbido, hincó el diente
en su destello virginal.
RENACIMIENTO
(San Juan, 3 -3)
Señor, cómo quisiera nacer de nuevo para,
impávido en la senda del Bien y
poder quebrar la vara desatentada y cara
de inútil experiencia de toda vanidad.
Que la vida segunda no más se malgastara
en un insuperado clamor de vacuidad
y que como un torrente de Luz desparramara
sobre
He aquí mi gran anhelo, Señor que estás velando
los vivos y los muertos con el freno
de tu divina Voluntad,
de modo que me fuese más firme el paso cuando,
contando con tu gracia, penetre dentro del seno
de tu Santidad.
PENA
Tengo una pena grande, muy grande,
que se me ahoga dentro del pecho.
¿Cómo la diré, Dios mío? ¿Cómo?
Es como la luz y es un secreto.
Una pena, en prisión la sindéresis,
de haber puesto letal retroceso,
en lugar de mirífico avance,
en la ruta que lleva al Silencio.
Al Silencio inefable que espera
a las almas que quieren ser puras,
a las almas que quieren ser fuertes;
a las almas que no se detienen
ni entorpecen haciendo locuras
en ningún escalón de la prueba!
Arequipa, 24 de enero de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario